Celebramos la diferencia, ¡es mucho lo que tenemos por ganar!

 

La diversidad afectivo sexual y de género es una realidad que cada vez está tomando más color, más voz y más espacio público. En Resuena nos unimos con inmensa alegría a ese “Celebremos la diferencia” que ha sido el lema de la marcha del orgullo gay en Bogotá el 1 de julio. Para nosotras, celebrar la diferencia significa priorizar la conexión en las relaciones humanas, por encima de posiciones, o cualquier sistema de creencias que nos lleve a clasificarnos en términos de normales y anormales, centrados y desviados, o sanos y pervertidos. Nuestra meta desde la comunicación noviolenta no es buscar estar de acuerdo en nuestras creencias o posiciones, nuestra meta es conectar! porque queremos vivir en un planeta en el que las necesidades de tod@s importen, y la plena humanidad de cada persona pueda ser expresada, lo cual implica reconocer y valorar la diversidad. Queremos una clase de conexión que abra la libertad de ser quiénes somos, y nos lleve más allá del pensamiento de lo que es “correcto e incorrecto”. Y queremos empezar a despojarnos de esas etiquetas para construir vínculos en los que se cultiven valores como la confianza, el respeto, la inclusión, la dignidad, la autonomía, la comunidad. Estos valores son universales, forman parte de nuestra humanidad compartida en cualquier lugar del mundo, por eso, creemos que celebrar la diferencia es algo en lo que como colectivo podemos enriquecernos, crecer y ser más fuertes. Y por eso mismo, creemos que es necesario ser radicales a la hora de celebrar esa diferencia: ¡es demasiado importante lo que podemos ganar con ello!

Cada vez son más las personas que con sus elecciones están retirando sus vidas de los parámetros heteronormativos, y con cada una de esas experiencias, podemos aprender y crecer sobre cómo construir una convivencia alrededor de valores-necesidades, y no de creencias o formatos que la vida misma tiende a desbordar. Por ejemplo, las hijas e hijos de familias homoparentales nos dicen que no les importa que su padre sea gay o su madre lesbiana, mientras tengan amor y cariño para darles, y eso cuenta también para los otros modelos presentes de familias diversas, como los de personas solteras, viudas, o abuelos y abuelas que han tenido que asumir la crianza. Las personas trans nos muestran lo difícil que es ser auténtico cuando no te sientes reconocido en el sexo biológico con el que has nacido, y lo importante y crucial que es el apoyo y el amor incondicional de quienes te rodean cuando decides transitar hacia el género o sexo con el que se sienten representados, y eso cuenta también para cualquier persona que en su vida tome una elección valiente pero arriesgada, en el camino de escuchar a su corazón.

Los hombres gays y mujeres lesbianas que han decidido salir públicamente del closet, incluso en las circunstancias de estar expuestos a los contextos de mayor adversidad, bullying, matoneo y persecución, nos han recordado lo importante que es ser minoría, no resignarse a encajar a pesar del aparente confort que nos da la mayoría, sino reivindicar ser reconocidos e incluidos desde su identidad diferente, y eso cuenta también para todas las personas que por razones de religión, raza, género, clase o diversidad funcional, entre otros, son discriminadas por ser diferentes.

También es mucho lo que perdemos cuando las estructuras y sistemas en los que nos desenvolvemos y relacionamos se rigen según normas que, como en el caso de la heterosexualidad, definen nuestra capacidad de ser entre lo buenoy lo malo. Ese sistema de pensamiento nos separa y nos deshumaniza, porque dejamos de reconocernos, de entendernos, y empezamos a odiarnos. Porque si me enseñan a creer que algo es malo, aprendo a temerlo, o de ahí, a odiarlo. Y lo padecemos como sociedad cuando vivimos situaciones de bullying LGBTIfóbico en aulas de educación primaria y secundaria; cuando a las mujeres lesbianas las violan y agreden sexualmente en mayor medida como castigo por su orientación sexual; cuando a las personas trans las apalizan y degradan públicamente, con frecuencia, la misma policía; cuando el miedo a una supuesta “ideología de género” se vuelve argumento suficiente para que una buena parte de la sociedad colombiana no respalde la paz. El miedo y el desconocimiento, y un sistema que jerarquiza las relaciones sociales y nos separa, hacen que formas de afrontar lo desconocido sea defendiéndonos de la diferencia, a costa de volver a ésta como algo “malo”. La armonía no se rompe por la diferencia la armonía se rompe por lo que nosotr@s pensamos de la diferencia, si mi sistema de creencias dice que solo hay una forma válida de vivir, todo lo que se salga de ese parámetro está mal y me pone en conflicto con el otr@. También es importante reconocer que se rompe porque construimos afectos alrededor de la exclusión.

Algunos de los lemas que se han usado en las marchas del 28 de junio y del 1 de julio han sido “orgullo es transgresión” y “disidencia es resistencia”. Nosotras resonamos con esas proclamaciones no necesariamente por buscar identidad con ellas, sino porque quienes las protagonizan nos aportan formas de convivir, de entrelazar afectos y de construir respeto, que trasgreden al miedo y le apuestan al amor, y creemos que eso nos hace más fuertes. Así que también, celebramos la diferencia como algo que construimos en colectivo, se trata de ser, reconocer y asumirnos parte de esa diversidad.

 
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Estrategia y comunicación noviolenta